Mtnez. Tornel - Exámenes para maestras


2l/06/1906.- Exámenes para maestras

En estos días se están verificando los exámenes femeninos, de los niños que aspiran al bachillerato en el Instituto, de los que aspiran al magisterio en la Normal de Maestros. Y lo mismo los que han sometido a prueba su suficiencia para el ingreso, que los que han probado sus estudios de un curso, han dado motivos que sus maestros y examinador, pudiera, decir que las jóvenes son más aplicadas que los jóvenes. Ellas, tan tímidas, tan vergonzosas, y ante un tribunal de hombres, han contestado a todas las preguntas categóricamente, sin vacilaciones y sin divagaciones. Casi todas empezaron a contestar temblorosas, porque la emoción del examen es inevitable y más en temperamentos femeninos; pero al poco se serenarían, animadas por las señales de aprobación y aún de admiración que daban los amables, aunque barbudos examinadores.
Cuando una criaturita de estas acaba de hacer un examen brillante, por modesta que sea, toma aires de vencedora, se engrandece ella sin hacerse cargo, y parece que se transforma. Ayer vi un grupo de estas muchachas, maestras futuras, una de las cuales acababa de examinarse, y no tenía ella que decir cómo había estado en el ejercicio. Estaba todavía excitada, nerviosa y agotada, fuertemente el abanico. La llevaban en medio sus compañeras, casi la rodeaban, tributándole casi una ovación. Porque una le decía:
-¡Qué bien has estado en Geografía ¡Todos los Estados de Europa los has dicho, chica, sin olvidar ninguno! ¡Y con sus capitales!...
-¿Pues y en Historia sagrada? ¡Qué requetebién has contado la historia de José!
-¿Pues y en Historia de España? -le decía una tercera- ¡Los Reyes Católicos D. Fernando y Dª Isabell...!  ¡Qué hermosos!  ¡Ojalá y me salieran a mí esos reyes cuando me examine! ¡Pero ya verás como me sale Gundemaro!...
La que habla hecho el brillante ejercicio, para mí que no oía lo que sus amigas le decían. Iba ensimismada; tal vez pensaba, en aquel momento, en si con tanto estudio y aplicación por parte de ella, y tanto sacrificio en libros y en matrículas por parre de sus padres, conseguiría alguna vez una escuela que le produjera para cuidar a sus pobres padres y recompensarles sus sacrificios por ella. ¡Pobre muchacha! Dios la ayudará por honrada, por estudiosa y por buena.
Yo estoy viendo cómo, a pesar de los pesares, estas chicas aplicadas llegan a realizar su ilusión y son amparo de la familia que las ha creado y de la familia que ellas crean. Porque tienen una vocación y constancia contra la cual no pueden nada esos pesares de que he hablado antes, y que son las dificultades inmensas con que tienen que luchar por conseguir una escuela regularmente retribuida.
También estas pobres muchachas tienen que ir a Valencia si quieran hacer oposiciones a las primeras escuelas; disposición que si es onerosa para los hombres, es inicua tratándose de maestras jóvenes y de pocos recursos.
Pero esto alguna vez acabará, porque lo injusto no puedo prevalecer.
Lo cierto es que si esa joven que ayer se examinó ha ganado con envidiables notas el título de maestra superior puede entrar victoriosa en su casa, llevándolo en la mano y diciéndole a sus padres y a sus hermanos pequeños:
-No temáis nada, esto es honra para hoy y pan para mañana.
Efectivamente, ese es un título de maestra bien ganado; porque en donde quiera puede al día siguiente abrir una escuela y ver como su nombre, su fama y su virtud le van llevando niños y más niñas que la rodearán como madre, y que ella querrá como a hijas, y a las cuales comunicará con el amor de su alma, la luz de su inteligencia, ¡Que Dios te bendiga, joven! A tí, que sabes la historia de José y lo que era el Arca de la Alianza; a ti, que sabes lo que hicieron los Reyes Católicos y Io que son sílabas directas y sílabas inversas; a ti, en fin, que conoces todos los Estados de Europa, con sus capitales; a ti, honor y gloria.
¡Y a tu bella compañera y amiga, que no le salga Gundemaro cuando se examine!



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