Mtnez Tornel - Los Hombres Buenos


10/04/1905             Los Hombres Buenos                   José Martínez Tornel
Una de las pocas cosas antiguas buenas que quedan en esta ciudad en el Consejo de Hombres Buenos. Del mismo nombre se desprende su naturaleza, Consejo porque no es un Tribunal, y de hombres buenos porque más bien que en la justicia estricta y severa se inspiran en la equidad.
Y así, y no de otro modo, había de ser la paternal autoridad que interviene en las cuestiones que más dividen y enconan los ánimos en la huerta: en las cuestiones de aguas y riegos.
Por regla general, el demandante y el demandado que se someten al Consejo vienen a él enemistados y ceñudos, y se van reconciliados, porque por eso son los Hombres Buenos, para hacer ver al que no tiene razón, que no la tiene; y para conseguir al mismo tiempo del que llega cegado de ella, que ceda algo de su derecho en aras de la paz para disipar motivos de ulteriores rencores.
Cuando no vienen a ese Consejo es porque los regantes resuelven la cuestión en el partidor de la acequia, si no es a tiros, suele ser a picazazos, que son más certeros.
Pues bien, el Consejo de Hombres Buenos está llamado a actuar mucho este año; y es
necesario que no vuelva a suceder lo que el jueves pasado: que vinieron bastantes huertanos a dilucidar sus cuestiones perdiendo medio día de trabajo y, espera que re espera toda la mañana, los Hombres no fueron Buenos, porque no apareció por el Ayuntamiento ninguno de ellos para formar tribunal, ni por ende, el teniente alcalde que los había de presidir.
Tenéis que hacer bueno vuestro nombre, Hombres Buenos, porque si la sequía sigue, antes de un mes se suscitarán de nuevo todas las cuestiones de aguas que quedaron resueltas el año pasado en cuanto llovió. Volverá la cuestión de los molinos, la de las acequias de Nelva y demás del lado norte; la de las tomas; la de la Fábrica de la Pólvora; todas, en fin, porque en faltando el agua, es como en faltando la harina...
Y el agua, si le cielo no se apiada y si Abril no responde a su tradición de lluvioso, va a faltar de una manera cruel, desesperante; y con esta falta, antes que los pimientos se sequen, regará fuera de su tanda el que pueda y se robarán de la mermada que corre por la acequia la que puede servir de sorbo refrigerante a las matas mortecinas.
Y en tales circunstancias y cuando el Ayuntamiento se llene los jueves de huertanos denunciantes y denunciados, no estará bien que los Hombres Buenos no parezcan y los dejen abandonados para que allí, en el partidor se arreglen ellos. Por el contrario, deben acudir y predicarles y conformarles, haciendo que conlleven resignadamente entre todos y por igual esa terrible, sequía que si no es un castigo, no se sabe qué nombre darle.
Aquí hay quien se envanece por ser socio de la Económica, o por serlo del casino y tener de los primeros números, o por haber llegado a bombero honorario, o a mayordomo de Hermandad; sin embargo, no se da nadie postín con ese título o que me parece a mí el más noble y honroso con el de Hombre Bueno...
¿Será porque no se gana nada con serlo?

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